Ahora que el Centro Internacional para la Justicia Transicional (ICTJ) cumple diez años de existencia, aprovecho la oportunidad para plantear algunas ideas sobre el extraordinario camino recorrido hasta la fecha y lo que aún queda por avanzar.
El ICTJ lo concibieron veteranos de la lucha por la justicia mundial en sociedades que se estaban recuperando de años o décadas de violencia, abusos sistemáticos de los derechos humanos, represión y atrocidades masivas. La organización aspiraba a ayudar a comunidades que aspiraban a superar los legados de un pasado difícil. El ICTJ pretendía ofrecerles una asistencia técnica que, basada en una concepción holística de la justicia, pudiera conducir a la verdad, la rendición de cuentas y la rehabilitación de las víctimas.
Fuimos creciendo al mismo tiempo que se ampliaba el campo de la justicia transicional y dejamos de ser un pequeño grupo de expertos que trabajaba en unas cuantas oficinas del centro de Nueva York para convertirnos en una presencia auténticamente mundial, con miembros en más de 30 países de todo el mundo.
Desde sus inicios, el ICTJ aportó una voz única al discurso sobre la justicia en procesos de transición, ejerciendo una influencia considerable en el pionero Informe del secretario general de las Naciones Unidas sobre el Estado de derecho y la justicia transicional en sociedades en conflicto y posconflicto. Conjugando la investigación y las actuaciones sobre el terreno se han podido extraer experiencias de distintos entornos y convertirlas en recomendaciones políticas. Uno de los mejores ejemplos de ello fue el Manual sobre reparaciones , un aporte enormemente influyente del ICTJ, determinante para el debate global sobre la reparación de las víctimas.
Al mismo tiempo, el ICTJ, centrándose en las víctimas y sus necesidades, ha continuado trabajando sobre el terreno, del Líbano al Congo, de Timor Oriental a Colombia. Hoy como ayer, es esa presencia en las comunidades afectadas por conflictos la que nos permite extraer lecciones de la realidad para presentárselas a quienes definen políticas públicas.
Esta singular capacidad ha permitido al ICTJ influir de manera clave en la Conferencia de Revisión de la Corte Penal Internacional celebrada en Kampala, especialmente en el debate en torno al principio de complementariedad, que insiste en la responsabilidad primordial de los Estados a la hora de investigar y enjuiciar los crímenes contra la humanidad. Desde entonces, hemos avanzado en el debate con políticos, profesionales, activistas y donantes sobre vías para avanzar en la complementariedad y asegurar que los vínculos con otros factores de la justicia transicional se vieran reconocidos y reforzados.
El ICTJ continuará llamando la atención sobre temas relacionados con la justicia y esforzándose por determinar las políticas de las Naciones Unidas y otros organismos. En estos históricos tiempos de cambio, la ayuda que brindamos a la reconstrucción de sociedades que acaban de sufrir conflictos o dictaduras sigue siendo igual de relevante y necesaria que antes.
Nos inspira el valor de todos aquellos que han hecho posibles los cambios trascendentales que están teniendo lugar en Túnez, Egipto, a través del Oriente Medio y el mundo, y estamos dispuestos a ayudarles a abordar el legado de los abusos sufridos. Sin embargo, siempre habrá que reconocer que dichos procesos pertenecen únicamente a su pueblo. Este es el principio que nos guiará al evaluar el papel de la justicia transicional en Oriente Medio. Esas sociedades en las que la justicia transicional puede verse como un concepto nuevo afrontan grandes retos, pero es fundamental que la propia población tenga conocimientos y poder para ajustar cuentas con el pasado y para promover transformaciones que impidan la repetición de los abusos. Como amigos y colaboradores en la búsqueda de una misma justicia, estamos listos para responder a su solicitud de ayuda.
En los tiempos que corren es estimulante participar en tareas relacionadas con la justicia transicional. El estímulo se conjuga con el desafío en una época que nos demanda que nos reorientemos, que extraigamos lecciones del pasado y que concedamos a la justicia un lugar primordial en el discurso sobre las sociedades en transición.
Continuaremos demostrando a las comunidades que la justicia es fundamental, tanto para el conjunto del progreso social como para la vida cotidiana; al ámbito empresarial, que la justicia tiene sentido; y a los políticos e instituciones del Estado, que es crucial que forme parte de sus programas. Nos esforzaremos por relacionar los conceptos relativos a la justicia transicional con otros campos afines, entre ellos la lucha contra la corrupción y la defensa del Estado de derecho, y por colaborar estrechamente a este respecto con organismos nacionales e internacionales.
Diez años después de su nacimiento y de alzarse en voz protagonista en el ámbito de la justicia transicional, el ICTJ está listo para afrontar estos desafíos y para llevar a cabo la encomiable misión de servir a aquellos que buscan la verdad y la justicia.
David Tolbert, presidente del ICTJ
Traducción de Jesús Cuéllar-Menezo