Níger, uno de los países más empobrecidos del mundo, vive momentos convulsos desde hace una semana, cuando el presidente Mohamed Bazoum y su familia fueron retenidos en el palacio de gobierno por un grupo de militares insurrectos que subrayaron el "continuo deterioro de la situación de seguridad y la mala gobernanza económica y social" como argumento principal para derrocar al Gobierno elegido democráticamente.
Desde Europa y Estados Unidos la postura de condena al golpe de Estado es clara, con Washington anunciando la suspensión provisional de la ayuda humanitaria a Níger, además de exigir la liberación inmediata de Mohamed Bazoum por parte de la Junta Militar golpista. Un requisito del que Francia, la Unión Europea y Naciones Unidas se han hecho eco pero que parece que no resuena en los altos mandos en la nueva cúpula gubernamental nigerina.
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